IGLESIA EVANGÉLICA PENTECOSTAL LAS ACACIAS

DOCTRINA I

sábado, 3 de abril de 2010

V. JESUCRISTO / DIOS HIJO




OBJETIVOS:

1.- Estudiar las características de la persona de Jesucristo, su humanidad y su divinidad.

2.- Comprender la obra de Jesucristo para la redención del ser humano.

3.- Participar e investigar sobre los planteamientos doctrinales de la Iglesia en relación a Jesucristo.





CONTENIDO•

Jesús según Isaías y el mesianismo: Isaías 9, 11, 42, Y 53. El Mesías sufriente, el Mesías soberano y el que viene a tomar nuestro lugar. La persona de Jesucristo: Jesucristo como modelo de hombre. La plenitud de los tiempos: su advenimiento. Jesús y su humanidad. Jesús como representante y sustituto. Jesús el Primogénito. Jesús como cabeza. Jesucristo y su conciencia de su divinidad. Los nombres dados a Jesús en las Sagradas Escrituras. Los estados de Jesús. Diferencia entre estado y condición. La humillación del Hijo de Dios. La necesidad de la encarnación del Verbo. La concepción virginal de Jesús. Nacimiento, infancia y bautismo de Jesús. Los sufrimientos del Salvador. El descenso de Jesús al Hades. El estado de exaltación. Los oficios de Jesús: Profeta, Rey y Sacerdote

• La obra de Jesucristo. Introducción y establecimiento del Reino de Dios. Salvación y redención del ser humano.

• Articulado de la iglesia con respecto a Jesucristo y su obra.









Objetivo 1.- Estudiar las características de la persona de Jesucristo, su humanidad y su divinidad.



1.1. Jesús según Isaías y el mesianismo: Isaías 9, 11, 42 y 53

• Cuando estudiamos las Escrituras, la persona de Jesús nos embarga con su divinidad majestuosa. Basta con escoger un solo libro como el de Isaías, para conocer la magnitud de Jesús y su descripción nos abruma. En Isaías se nos presenta a Jesús con las siguientes características:

• Nos dice que viene para alumbrar, Isaías 9:2

• Nos dice que viene para aplicar justicia, Isaías 11:3-4

• Nos asegura que legislará con rectitud, Isaías 42:4

• Afirma que Él es el libertador. Isaías 42:7

• Nos dice que Jesús viene a tomar nuestro lugar para llevar nuestras cargas, pecados y enfermedades. Isaías 53; y

• Que Él es el Salvador, Isaías 53:5

Isaías miró a través de los siglos y vio al Mesías venidero; de todos los grandes profetas hebreos, Isaías nos ha dado la descripción más completa de la historia, misión, títulos y características de Cristo. En Isaías 7:14 y 11:1-2 nos habla de su nacimiento, familia y unción. En Isaías 9:2, 11:3-4, 42:4-7; 53:4-6 y 53:12, nos indica que Jesús es el iluminador, juez, reprobador, legislador, libertador, portador de cargas, salvador sufrido, cargador de pecados e intercesor de nosotros. En Isaías a Jesús se le llama Emmanuel, Admirable, Dios fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz, Siervo Divino, Brazo de Jehová, Predicador Ungido y Salvador Poderoso, Isaías 7:14; 9:6; 32:1; 42.1; 53:1; 61:1 y 63:1. El profeta en su libro menciona que Jesús es el resplandor, la sabiduría, el discernimiento espiritual, la justicia, la fidelidad, el silencio, la mansedumbre, la perseverancia, el sufrimiento, la compasión, la humildad, la santidad (sin pecado) el poder de salvación y la grandeza de Dios, Isaías 9:2; 11:2-5; 42:3-4; 52:14; 53:10; 53:4; 53:7; 53:9; 53:11-12.

Según Isaías, Jesús es Mesías sufriente, el Mesías soberano y el que viene a tomar nuestro lugar.

En las Escrituras se nos habla del Salvador venidero, el Mesías. Pero plantea la venida de dos tipos contrapuestos de Mesías. Mientras encontramos en los Salmos, Isaías, Jeremías, Daniel, Miqueas, Zacarías y Malaquías, porciones que aseveran que el Salvador venia a gobernar como soberano, encontramos en libros como los mismos Salmos, Isaías, Daniel y Zacarías, que hablan de la llegada de un Mesías que vendría a sufrir y padecer por nosotros. Dos afluentes del mismo río mesiánico, que predijeron lo que vendría, primeramente el mismo Mesías sufriente a padecer, para luego, en su segunda venida, aparecer para gobernar como soberano. Primeramente como Cordero de Dios para ser inmolado y luego como el León de Judá.



1.2. La persona de Jesucristo

a) Jesucristo como modelo de hombre

Nada mejor que la lectura atenta de Hebreos 2:5 y s.s. para percatarnos de que Jesucristo es el Hombre con mayúscula, el hombre ideal, contrapartida del Adán caído. Citando el Salmo 8:4-6, el autor sagrado nos presenta al hombre conforme salió de las manos del Creador: inferior a los ángeles por naturaleza, fue coronado de gloria, al estar destinado a sojuzgar la tierra y señorear sobre el Universo creado, como un virrey Génesis 1:28. Por el pecado, el hombre quedó alienado, un ser extraño en un clima que ya no era el que le pertenecía; por su causa, la tierra fue maldita y se le tornó hosca e inhóspita. Esta condición no cambia durante esta vida, aunque el pecador se convierta a Dios, puesto que aguardamos todavía la redención de nuestro cuerpo. La creación entera gime con dolores de parto, esperando la manifestación gloriosa de los hijos de Dios Romanos 8:19-24. Es dentro de esta perspectiva, y en contraste con el versículo anterior, donde Hebreos 2:9 s.s. sitúa la condición gloriosa y la obra perfecta de Jesucristo. Jesús- es el «Postrer Adán», no el segundo de una serie, sino la réplica, única y final, del «Primer Adán» 1 Corintios 15:45. En el primero recibimos la muerte; en el segundo, la vida. Por eso, así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial. Aquel que es «el reflector de la gloria del Padre y la perfecta imagen acuñada de su persona, Hebreos 1:3, tomó la forma de siervo, hecho hombre a semejanza de nosotros Filipenses 2: 7-8; Hebreos 2:11-17, para que, gracias al derramamiento de su sangre en el Calvario, nosotros pudiésemos llegar a ser partícipes de la naturaleza divina, 2 de Pedro 1:4, ya que fuimos predestinados a ser hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos, Romanos 8:29. Nuestro parecido con el Hijo del Hombre será manifiesto cuando le veremos tal como él es, 1 de Juan 3:2. En esta gloria radica nuestro privilegio de creyentes, pero también nuestra responsabilidad. Comentando 2 de Pedro 1:4, dice León I, obispo de Roma: “Date cuenta, oh cristiano, de tu dignidad; y, puesto que has sido hecho partÍcipe de la naturaleza divina, no vuelvas, con una conducta indigna de tu rango, a la vileza de tu condición anterior”.

b) La plenitud de los tiempos: su advenimiento

Siendo eternos los designios de Dios, es obvio que tanto la encarnación del Verbo como la Redención de la humanidad por medio de la muerte en cruz de nuestro Señor Jesucristo estaban ya programadas desde la eternidad, juntamente con la creación de la raza humana y la permisión de la caída original. A esto apunta la frase «antes de la fundación del mundo, que se repite en textos corno los siguientes: “según nos escogió en él (Cristo) antes de la fundación del mundo” Efesios 1:4, “sabiendo que fuisteis rescatados... con la sangre preciosa de Cristo... ya destinado desde antes de la fundación del mundo” 1 de Pedro 1:18-20 y Apocalipsis 13:8 parecen dar la impresión de que Cristo, no sólo fue predestinado desde la eternidad a ser inmolado, sino que, de alguna manera, ya fue inmolado desde antes de la fundación del mundo. Si se compara este versículo con Apocalipsis 17:8, se verá que se trata de una transposición, frecuente en latín y en griego, pues la verdadera lectura debería ser la siguiente: “Y lo adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos, desde el principio del mundo, en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado”.

c) Jesús y su humanidad

Lo primero que encontramos al abrir el Evangelio según Mateo, es decir, al comienzo mismo del Nuevo Testamento, es el árbol genealógico de Jesús como Israelita, descendiente del padre de los creyentes, Abraham Mateo 1:1-17. Lucas, el Evangelista del Salvador, introduce una genealogía distinta que, empalmando con el mismo Adán, enraíza a Jesús en nuestra raza humana, Hebreos 2:11, 14, 17. Entre los textos sagrados que mencionan en Jesús su cualidad de hombre, tenemos Mateo 4:4; Mateo 11:19; Juan 1:14; 8:40: Hechos 2:22; Romanos 5-15; 1 Corintios 15:21; 1 de Timoteo 2:5; 1 de Juan 4:2.

Jesús poseyó una verdadera humanidad. En efecto, vemos que en Jesucristo había los elementos integrantes de una naturaleza humana. Un cuerpo humano, Mateo 26:26, 28; Marcos 14:8; 1 de Timoteo 3:16; Hebreos. 2:14; 1 de Juan 1:1. Este cuerpo es una realidad manifiesta, incluso después de la resurrección, como puede verse por Mateo 28:9; Lucas 24:39-40, Juan 20:17,27. Un alma humana, Mateo 26:38; Marcos 14:34. Un espíritu humano, Lucas 23:46, Juan 11:33; Juan 19:30. Actividades realmente humanas, ya que Jesucristo: padeció hambre Mateo 4:2, sed Juan 19:28, cansancio Juan 4:6, sueño Mateo 8:24, miedo Mateo 26:37, tristeza Mateo 26:38, llanto Juan 11:35, Lucas 19:41, sufrimientos físicos y morales Mateo 27:46; Hebreos 2:16; 5:7, muerte cruenta Juan 19:30; Hechos 3:15; 5:30. Tuvo emociones: amor Juan 11:5, Marcos 10:21, amistad Juan 11:3, ira Juan 2:15, compasión entrañable Mateo 9:36, enojo, mezclado con tristeza Marcos 3:5, sorpresa Lucas 7:9. Estuvo sujeto a las leyes del crecimiento Lucas 2:52, de la obediencia Lucas 2:51, de la limitación Marcos 6:5; 13:32, de la tentación Marcos 1:13; Lucas 4:2; Hebreos 4:15, aunque sin pecado ni. Hubo que enseñarle a hablar, a andar, a leer y a escribir; preguntaba para saber y se asombraba de lo que no sospechaba, pues en cuanto hombre no lo sabía todo, Lucas 9:18; Juan 4:52; 11:34; Mateo 8:10; Lucas 7:9.

Jesús tenía naturaleza perfecta, modelo del ideal humano. Su perfección humana resalta cuando se compara el Salmo 8:4-8 con Hebreos 2:6-10. También se ve en 1 de Corintios 15:45, 49; 2 de Corintios 3:18, Filipenses 3:21; Colosenses 1:18; 1 de Pedro 2:21, como modelo cuyas huellas debemos seguir. Hay quienes ven en la frase de Pilato: “He aquí el hombre” Juan 19:5, la expresión de la ejemplaridad de Cristo, como si el gobernador romano hubiese dado testimonio de que Cristo era el hombre por excelencia. El sentido verdadero es el siguiente: “¿Qué os parece? ¿No ha sufrido ya bastante este hombre inocente?” Su encarnación y hombría se ve demostrada a través de la manifestación de su encarnación, su genealogía y sus necesidades físicas.

d) Jesús como representante y sustituto

Jesús, por ser hombre, es nuestro Representante y nuestro Sustituto. Aunque ambos conceptos van unidos, es preciso distinguirlos con todo cuidado. Cristo es nuestro Representante en cuanto que, como sumo sacerdote del Nuevo Pacto, ocupó nuestro lugar al ofrecer en la Cruz el único sacrificio que podía tener valor propiciatorio, redentor y reconciliador de la humanidad pecadora con el Dios tres veces santo Hebreos 7:22-28. En este sentido, la obra de Jesús es a favor de todos los hombres, en general 1 Juan 2:2 “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. Es decir, hay en la propiciación de Jesucristo un valor universal, disponible en el plano objetivo para todos. En cambio, Jesucristo es nuestro Sustituto en cuanto que su muerte al pecado en la Cruz del Calvario se hace nuestra muerte cuando nosotros recibimos el don de la justicia, 2 de Corintios 5:14-15, 21.

e) Jesús el Primogénito

Mientras que, como Dios, aparece Jesús como Unigénito Juan 1:14, 18; 3:16, 18; 1 de Juan 4:9, en cuanto hombre aparece como Primogénito, Romanos 8:29. Ahora bien, este epíteto de Primogénito, aplicado a Jesús, reviste distintos matices, según el contexto: a. En los lugares citados recibe el sentido de heredero de la vida, que Él puede transfundir, por su función mediadora y salvífica, en sus hermanos, Hebreos 2:13; Isaías 53:10; Isaías 9:6; Hechos 3:15; Juan 1:4; Juan 5:21; Juan 5:40; 1 de Corintios 15:45; Efesios 2:5; 1 de Juan 5:12-13. b. En Colosenses 1:15 y Romanos 8:17 nos habla sobre Jesús que, como Hijo único del Padre, le corresponde toda la herencia, y en virtud de lo cual, somos copartícipes con Él de una herencia infinita e indivisa. Él ha sido constituido centro de gravitación de todo el Universo, Efesios 1:10, puesto que todo cae bajo su jurisdicción y gobierno y, en cierto modo, él es la Cabeza de todo. c. En Colosenses 1:18 el primogénito de entre los muertos significa el primer triunfador de la muerte; por quien la muerte perdió su aguijón, que es el pecado, 1 de Corintios 15: 55-57.

f) Jesús como Cabeza

La palabra “cabeza” se aplica a Jesucristo en dos sentidos: a. En sentido de autoridad, como cuando se dice en 1 de Corintios 11:3 que Cristo es la cabeza de todo varón. b. En sentido de principio de vida, unidad y movimiento. En este sentido, Jesucristo es Cabeza de su Iglesia Efesios 1:22-23; Colosenses 1:24, de la cual somos miembros en el momento en que, injertados en Cristo, nacemos a una nueva vida espiritual. Hebreos 5:9 precisa bien cuándo y cómo llegó Cristo a ser nuestra Cabeza espiritual, pues dice de Cristo que habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen. Aquí vemos: a. Que mediante su pasión y muerte en cruz, Cristo quedó perfeccionado como Salvador nuestro, y además fue consagrado como nuestro Sumo Sacerdote, y en Hebreos 2:10 se señala que fue perfeccionado por aflicciones el autor de la salvación de ellos. b. Esta salvación sólo se aplica a los que le obedecen, es decir, a los que creen, puesto que la fe es una obediencia al Evangelio Romanos 1:5; 16:26. Así que Cristo comienza a ser nuestra Cabeza cuando nosotros empezamos a ser miembros de su Cuerpo, que es la Iglesia, y no antes.

g) Jesucristo y su conciencia de su divinidad

En las Escrituras encontramos textos que prueban que Jesús tenía conciencia de su divinidad, Mateo 10:37; Mateo 7:21; Lucas 2:49. El mismo Jesús recibió la honra apartada para Jehová, Jesús realizó inclusive la obra del Padre, por ello, se afirma que Jesús es Dios en base a los siguientes datos otorgados por las Sagradas Escrituras, a través de su autoridad y dominio, su conocimiento, su señorío, su preeminencia, por su poder y por sus atributos.



1.3. Los nombres dados a Jesús en las Sagradas Escrituras

Otra forma de conocer a nuestro Salvador, es por medio de sus nombres que revelan su persona y carácter, entre estos podemos nombrar:

• Jesús, Mateo 1:21; Lucas 1:31.

• Cristo, Hechos 2:36

• Hijo de Hombre, Mateo 16:27; Marcos 8:38; Mateo 17:22; Juan 3:13.

• Señor, Mateo 8:2; Mateo 20:33; Juan 4:11

• Cordero de Dios, Isaías 53:7; Juan 1:29

• Postrer Adán, 1 de Corintios 15:45

• Hijo de Dios, Mateo 3:17, Juan 1:49

• Príncipe de paz, Isaías 9:6

• Servidor, Romanos 15:8

• Renuevo, Salmo 80:15; Isaías 4:2

• Maestro, Mateo 12:38

• Mesías, Juan 1:41

• Profeta, Lucas 24:19

• Verbo, Juan 1:1

• Alfa y Omega, Apocalipsis 1:8

• Rey Soberano, 1 de Timoteo 6:15

• Vid Verdadera, Juan 15:1

• Autor de la Vida, Hechos 3:15

• Príncipe de Pastores, 1 de Pedro 2:25

• Siervo, Filipenses 2:7

• Piedra Angular, Isaías 28:16

• Mensajero, Isaías 41:27

• Testigo Fiel, Apocalipsis 3:14

• León de Judá, Apocalipsis 5:5

• El Todo, Colosenses 3:11

• Pastor, Juan 10:11

• Puerta, Juan 10:9



1.1. Los estados de Jesús

a) Diferencia entre estado y condición

El estado connota una posición en la vida de una persona, mientras que la condición indica un modo de existencia. Por ejemplo: un ladrón convicto de su delito se encuentra, tras la sentencia del juez, en estado de condenación, pero cuando se ha procedido a su encarcelamiento, se halla en una condición de recluso. Se comprende así que el estado afecta a la posición legal, jurídica, de la persona, mientras que la condición entraña algo que afecta al existir íntimo, vivencial (permanente o pasajero) del individuo. Esta doble faceta aparece junta, en un mismo versículo de la epístola de Pablo a los fieles de GaIacia, Gálatas 4:4: “Mas cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido -de mujer (condición) -, nacido bajo la Ley” (estado).

b) La humillación del Hijo de Dios: desde el despojo de su gloria, hasta su muerte

El estado de humillación del Hijo de Dios consistió realmente en estar personalmente unido a una naturaleza humana, con el status legal de sujeción a la Ley y con las debilidades y limitaciones que tal unión comportaba, y que él asumía en su persona, pero sin que afectasen en nada a su naturaleza divina. Jesucristo continuaba ejerciendo independientemente sus atributos divinos, todos, en su naturaleza divina, pero el ejercicio de tales atributos no era manifiesto en su condición humana. Hay dos elementos de la humillación de Cristo: a la kénosis (vaciamiento) en el sentido de dejar a un lado los arreos de la majestad divina; a. la tapéinosis (abatimiento, humillación) en el sentido de someterse a la Ley y, en general, a la voluntad del Padre, la cual no lo olvidemos, es la misma del Hijo en cuanto Dios-, con todas sus consecuencias, la principal de las cuales es la muerte en cruz.

c) La necesidad de la encarnación del Verbo

El hombre caído no era digno de ser salvo, pero era digno de Dios el salvar al hombre. En efecto, la justicia divina exigía que se cumpliera la sanción tajante y solemnemente impuesta en Génesis 2:16-17, pero el amor de Dios, hecho misericordia infinita, exigía la salvación del pecador Daniel 9:9; 1 de Juan 4:16; Tito 3:4. La solución sublimemente divina fue hacer una misteriosa sustitución, Dios mismo se hizo responsable del pecado, para que el hombre recobrase la justicia, 2 de Corintios 5:21.

d) La concepción virginal de Jesús

La concepción virginal de Jesucristo nos es narrada en Mateo 1:18-25 y en Lucas 1:34-35. La coincidencia de Mateo y Lucas en la narración del hecho es clara. La distinción de matices en los detalles de ambas narraciones parece indicar que Lucas recibió la información de parte de María, mientras que Mateo refleja el relato de José. No hay duda de que hablar de la concepción virginal de un ser humano, ser concebido sin obra de varón, ha de resultar un puro mito o una insensatez para las mentes incrédulas. Sin embargo, el verdadero creyente que mantiene con firmeza su convicción de que la Biblia está inspirada por Dios y, por tanto, es infalible, admite sin titubeos, con la gracia, el poder y la enseñanza del Espíritu Santo, 1 de Juan 2:20; 1 de Juan 2:27, este misterio como admite todos los demás que constan en la revelación divina. Quien no humille su entendimiento mediante la obediencia de la fe, Romanos 1:5; Romanos 16:26, no podrá percibir lo espiritual 1 de Corintios 2:14.

e) Nacimiento, infancia y bautismo de Jesús

Aparte de los episodios desarrollados durante la presentación del niño Jesús en el templo, todo lo que el relato evangélico nos dice de la infancia de Jesús se reduce a la adoración por parte de los pastores y de los magos Lucas 2:8 s.s.; Mateo 2:1 s.s., la huida y posterior vuelta de Egipto Mateo 2:13 s.s. y la subida y estancia en Jerusalén cuando hubo cumplido los doce años, repitiéndose dos veces Lucas 2:40, 52 que, conforme avanzaba en edad, el niño crecía en estatura, en sabiduría y en gracia.

El relato del bautismo de Jesús aparece en Mateo 3:13-17; Marcos 1:9-11; Lucas 3:21-22, y se alude a él en Juan 1:31-34.

f) Los sufrimientos del Salvador

Los sufrimientos de Jesús comenzaron con las tentaciones que padeció en el desierto de parte del diablo y tuvieron su culminación en la agonía de Getsemaní, donde el Maligno apretó de firme. Cuántos otros sufrimientos a lo largo de los tres años de su vida pública no pasó Jesús. Constante oposición por parte de los fariseos, ingratitud por parte de aquellos mismos a quienes curaba milagrosamente, la incomprensión y cobardía de los más íntimos, aquella soledad radical en su vida y en su muerte, perseguido a muerte desde el pesebre hasta la cruz, sin disfrutar jamás de comodidades y viviendo siempre de prestado.

g) El descenso de Jesús al Hades

Este es uno de los temas más controversiales en la Doctrina Cristiana Evangélica y en la Doctrina Cristiana en general. En 1 Pedro 3:18-21, se encuentra el sustento bíblico de este punto. Los versos 19-21 constituyen un paréntesis entre los versículos 18 al 21. reconocido generalmente como uno de los pasajes de más difícil interpretación en el Nuevo Testamento. Se lo ha tomado como base de doctrinas antibíblicas, tales como los sufrimientos del purgatorio y la salvación póstuma.

Un estudio de la literatura sobre ese pasaje revela que cada comentarista tiene su propia solución, y lo interpreta según sus predilecciones teológicas. Brevemente, he aquí algunas de las interpretaciones, que afirman que Cristo:

- Antes de su encarnación, predicó a los espíritus ahora en prisión. Esto fue hecho por el Espíritu Santo en la predicación de Noé, pero sólo Noé y su familia creyeron.

- Predicó a las víctimas del Diluvio que se volvieron a Dios antes de perecer en las aguas del cataclismo.

- Fue en su espíritu al reino al cual sólo pueden ir los espíritus y proclamó que eran juzgados con justicia, por no creer en la predicación de Noé.

- Fue en el poder del Espíritu y proclamóse a Sí mismo como Vencedor, y condujo a los santos del Antiguo Testamento “prisioneros de esperanza”, Zacarías 9:12, a las alturas Efesios 4:8-10.

- Fue en la modalidad no corpórea de su existencia, en la cual entró inmediatamente después de su muerte y proclamó la victoria sobre los provocadores y destructivos ángeles caídos, cuyo poder seductor había contaminado al mundo antediluviano.

- Fue en su espíritu, no en su forma corporal, en el intervalo entre su crucifixión y su resurrección, y proclamó el mensaje del Evangelio, para liberar a aquellos que, habiendo sido desobedientes, creyeron en Él, después de haber muerto, al escuchar su predicación.

Estas interpretaciones difieren y por eso, sólo han sido bosquejadas. En ninguna parte parece haber consenso sobre su interpretación. De los que podemos estar seguros es de que el pasaje no encierra esperanza alguna para el impenitente, veda la noción de que aquellos que durante esta vida terrenal rechazan el Evangelio de la gracia de Dios, puedan tener una segunda oportunidad en el mundo más allá, y ser finalmente salvados.

Otras citas a considerar son: Lucas 23:46; 2 Corintios 5:8.

h) El estado de exaltación

Desde su muerte hasta la diestra del Padre

La exaltación de Cristo consistió en reasumir el ejercicio pleno de los atributos divinos que le correspondía por el hecho mismo de la encarnación, pero que había dejado a un lado al renunciar a su gloria y empequeñecerse en la forma de esclavo, en su exaltación, dejó de estar bajo la Ley para pasar a un estado de soberanía con la posesión de las bendiciones salvíficas que había ganado para la humanidad ya redimida, y su coronación a la diestra de Dios en honor y gloria. Aquí es donde brilla en todo su esplendor, el estupendo destino de nuestro Salvador. Un destino que ya había sido profetizado en Isaías 53:10-12 y que es detallado en Efesios 4:10; Colosenses 1:15-19; Hebreos 12:2, entre otros lugares. La Trina Deidad, que había acordado la más tremenda humillación de este Hombre con mayúscula, hasta hacerle el sustituto de toda la humanidad en el descargo de la justicia divina por nuestros pecados, le ha elevado también a la más alta posición que pueda concebirse.

1.2. Los oficios de Jesús: Profeta, Rey y Sacerdote

Los oficios de Cristo son dados tradicionalmente en un arreglo triple. Éstos no se deben pensar como secciones separadas o independientes. Son simplemente una manera lógica y ordenada de resumir el trabajo que Cristo hace en nuestro beneficio como nuestro mediador. a.- Como Profeta, Marcos 6:4, 15; 8:28; 14:65; Mateo 21:11; 21:46; Lucas 7:16, 13:33; 24:19; Juan 4:19, 44; 6:14; 7:40, 9:17. Un profeta era un proclamador de la Palabra de Dios. Con frecuencia los profetas hablaban críticamente sobre los pecados y los males de su generación y advertían de la ira venidera de Dios si la gente no se arrepentía. Los profetas tenían a veces un conocimiento especial, aún de los acontecimientos futuros. Algunos profetas tenían el poder de realizar milagros. Jesús era un profeta, incluso el más grande de todos los profetas, pero Él era mucho más que un profeta. b.- Jesús es Sacerdote. En el libro de Hebreos encontramos la explicación preeminente del rol del sacerdocio de Cristo. Hebreos 4:14; 5:6; 7:26-27; 9:11-12, 24-27. Un sacerdote representa a la gente en su acercamiento a Dios para la expiación. Un sacerdote necesita entender las dificultades de la gente para representarlas bien. c.- Jesús es Rey, Juan 1:49; 18:36-37; Lucas 1:32-33; 19:38; 23:2; Mateo 21:5; Efesios 1:20-23; Filipenses 2:9-11; 1 de Corintios 15:25; Hebreos 1:8; 2:8-9; Apocalipsis 1:5-6; 5:1-11; 19:15-16.



Objetivo 2.- Comprender a obra de Jesucristo para la redención del ser humano.

La obra de Jesús podemos resumirla así:

2.1. Introducción y establecimiento del Reino de Dios

Esto lo encontramos en las citas de Mateo 11:3-6 y Lucas 2:11 y lo trataremos de manera muy somera, pues será objeto de estudio en otra asignatura.

2.2. Salvación y redención del ser humano

La Redención es el acto, con el que Cristo, lleno de amor, se ofrece y muere por nosotros, para satisfacer la deuda debida a la justicia divina, merecernos de nuevo la gracia y el derecho al cielo, y liberarnos de la esclavitud del pecado y del demonio. La Redención tuvo como fin reparar el pecado y los desastrosos efectos que el pecado habla traído al hombre. La Redención es pues, a un mismo tiempo, una satisfacción o reparación para Dios, y una restauración y rescate para el hombre. Gálatas 3:13; Apocalipsis 5:9; Romanos 3:24.



Objetivo 3.- Participar e investigar sobre los planteamientos doctrinales de la iglesia en relación a Jesucristo.





ASIGNACIÓN PERMANENTE:• ¿Cuáles son los estatutos de fe, principios o normas en mi Iglesia, que hablan acerca de Jesucristo?

• ¿Qué afirman y qué niegan?

• ¿Cuál es el basamento bíblico de mi Iglesia acerca de la obra de Cristo?





BIBLIOGRAFÍA

• La persona y obra de Jesucristo, Autor: Francisco Lacueva, Editorial CLIE, Curso de Formación Teológica Evangélica Tomo IV

• Evidencias que exigen un veredicto, Autor: Josh Mc Dowell, Editorial Vida.

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